EL INFINITO (Cantos, XII)

 

Siempre amé esta colina solitaria,

y este seto, que por tantos lados

impide la mirada del último horizonte.

Pero sentado y mirando, interminables

espacios más allà de ella, y sobrehumanos

silencios, y profundísima quietud

en el pensamiento me abstraigo, donde un rato

el corazón no teme. Y como el viento

oigo crujir tras las plantas, aquel

infinito silencio a esta voz

voy comparando: y me recuerda lo eterno

y las estaciones muertas, y la presente

y viva, y el sonido de ella. Así, tras esta

inmensidad se ahogan mis pensamientos

y naufragar es dulce en este mar.